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DE GOOGLE+ AL TELÉFONO DE FACEBOOK: CUANDO LOS GRANDES FRACASAN A LO GRANDE

DE GOOGLE+ AL TELÉFONO DE FACEBOOK: CUANDO LOS GRANDES FRACASAN A LO GRANDE camara Las grandes empresas también meten la pata

Aunque nacieron con varios años de diferencia, Google + y AirPower se fueron al cementerio tecnológico prácticamente a la vez. Tienen bastante compañía

El 2 de abril de 2019 Google+ cerró sus puertas para siempre. Apenas quedaba gente para este final de fiesta; casi todos habían desalojado el local tras saberse a finales de 2018 que se habían expuesto los datos de medio millón de usuarios. Y ni siquiera en aquel momento podía decirse que la red social de Google estuviese viva: cuando se pasó euforia inicial, casi nadie utilizaba la plataforma en su día a día. Tardó en morir, pero desde el principio fue uno de los mayores fracasos de Google. Aunque no el único.

En la extensa lista de proyectos fallidos de Google hay tanto proyectos prometedores -algunos puede que adelantados a su tiempo, como Ara– como otros que desde el principio se recibieron con escepticismo. Ninguno ejemplifica esta segunda categoría como Google Glass.

Las gafas de Google planteaban la pregunta que nadie se había hecho: ¿necesitamos gafas inteligentes? La respuesta, claro, fue un rotundo y sonoro “no” acompañado, por lo general, de una igual de rotunda y sonora carcajada al añadir su coste de 1500 dólares al interrogante.

Tanto es así, que en el sector comenzó a conocerse a los usuarios como glassholes, algo que se podría traducir -libremente y con perdón- como “gilipollas de las gafas”. Google abandonó el proyecto en enero de 2015, aunque lo resucitó años después, ya de la mano de Alphabet, donde continúa en fase de desarrollo.

Las baldosas no llevan a Oz

El buscador no es el único que ha metido la pata en el sector tecnológico, ni mucho menos. Microsoft, por ejemplo, consiguió que dos de sus sistemas operativos fueran universalmente odiados: Windows Vista y Windows 8.

El segundo, en realidad, no era tan malo, pero estaba demasiado enfocado a unas pantallas táctiles que no eran ni mucho menos lo común en el mercado ni, de hecho, llegaron a serlo. La idea era buena con una tableta en las manos, pero perdía mucho si estaban ocupadas con el teclado y el ratón. Tanto, de hecho, que durante el primer año perdió hasta el botón de inicio.

Sin embargo, ni Vista ni 8 fueron lo suficientemente malos como para acabar con Windows. Con Windows Phone, por desgracia, ocurrió lo contrario: un sistema operativo muy bueno no fue capaz de sobrevivir. Microsoft llegó demasiado tarde a este mercado y tuvo que abandonarlo casi con más rapidez que con la que había entrado en él.

Por el camino dejó su alianza con Nokia -que no vivió para contarlo como fabricante-, su original y eficaz propuesta basada en baldosas y unos magníficos y llamativos terminales de gama alta y baja. El producto era muy bueno, pero tenía que pelear con iOS y Android, dos púgiles muy por encima de su peso.

Apple tampoco se libra

Poco antes de que Google + muriese definitivamente se produjo otro fallecimiento en el sector tecnológico, aunque en este caso el finado, AirPower, pertenecía a Apple.

Cuando Apple presentó sus iPhone 8 y el nuevo iPhone X en 2017, también anunció AirPower, un sistema de carga inalámbrica que debía llegar al mercado en algún momento de 2018. A diferencia de otros productos que terminaron apareciendo con algo de retraso, como los AirPods, este dispositivo se quedó en alguna estación a mitad de camino.

La explicación de Apple (que anunció la cancelación mediante un escueto comunicado enviado a TechCrunch) fue, a grandes rasgos, que se vinieron arriba y anunciaron algo que no eran capaces de producir si querían que alcancase sus “altos estándares”.

Algo parecido ocurrió con el MacPro de 2013, conocido por su diseño innovador (que a muchos les recordaba a algo tan poco innovador como una papelera, eso sí). El problema es que no pudieron cuadrar el cilindro y tiempo después se dieron cuenta de que les resultaba imposible hacer hueco a los componentes en ese formato.

BlackBerry acabó con BlackBerry

Los más jóvenes tal vez no lo recuerden, pero hubo un tiempo no tan lejano en el que BlackBerry era uno de los líderes del sector móvil y sus teléfonos, objeto de deseo. Sus principales armas eran su teclado qwerty, el sistema de mensajería instantánea -encriptado y gratuito, no tenía rival en un mundo en el que la única alternativa eran los SMS– y, en menor medida, el juego BrickBreaker, una versión del Arkanoid.

Por desgracia (para la compañía), esto es todo en lo que el entonces co-CEO de la misma, Mike Lazaridis, estaba dispuesto a ceder. En su opinión, los teléfonos debían ser únicamente eso y se negó abiertamente y durante años a incorporar novedades como cámaras a sus dispositivos. Sí se las pusieron de inicio a su tableta, PlayBook, que hizo lo que pudo con un sistema operativo muy inferior a iOS y Android y sin apenas aplicaciones. La única versión que se puso a la venta estuvo disponible entre 2011 y 2013.

Para cuando Lazaridis y Jim Balsillie (el segundo co-CEO) abandonaron la dirección de la compañía en enero de 2012, ya era demasiado tarde. Su sucesor, Thorsten Heins, tuvo que competir con Google y Apple por una pequeña parte del pastel de un mercado móvil que ya era inteligente cuando sus terminales no llegaban ni a avispados.

Un año después se presentó BlackBerry Z10, el que realmente sería el primer smartphone de la compañía con el sistema operativo BlackBerry 10. Pronto estuvo acompañado por el Q10, que combinaba pantalla táctil y el distintivo teclado físico de la firma canadiense. Entonces, claro, del pastel apenas quedaban migajas y encima tenían que compartirlas con Windows Phone 8.

En 2015 la empresa abandonó su plataforma y desarrolló un teléfono con Android para en 2016 sencillamente licenciar la marca a otros fabricantes. Aunque la compañía sigue existiendo, su lugar en la historia de la telefonía móvil es un tiempo pasado que, en su caso, fue claramente mejor.

First y Kin: se puede ser demasiado social

Tropezar dos veces con la misma piedra es motivo de mofa y escarnio en cualquier sector, no necesariamente el tecnológico. Ahora bien, observar cómo alguien tropieza con una roca para luego pisarla y darse de bruces contra el suelo, también, por mucho que sea la primera leche que se da uno. Esto es lo que le ocurrió a Facebook, que vio a Microsoft caer de culo tras tropezar con una piedra. Y sí, tuvo que verlo, porque en ese caso la red social de Mark Zuckerberg fue la piedra.

El canto figurado en este caso tenía un poco de canto literal, ya que uno de los dos Microsoft Kin podría pasar perfectamente por uno. Efectivamente, Kin ONE y Kin TWO tenían un diseño particular, aunque tampoco alejadísimo de lo que se podía ver en el sector en 2010 o, incluso, unos años antes. El caso es que la principal característica de ambos, además de su teclado físico completo, era que estaban enfocados a un uso social.

Así, en el -primitivo- sistema operativo primaba la subida de contenido a redes sociales y los contactos de éstas, que aparecían en la pantalla. Por el camino se dejaba funciones como el calendario, el GPS o un navegador competente para todo lo que no fuesen redes. Tampoco permitía subir fotos a Twitter, enviar mensajes privados o retuitear. Lo peor es que no era posible instalar aplicaciones para corregir estos fallos.

Tal vez se podrían haber solucionado los errores, pero no hubo tiempo: Microsoft canceló el proyecto tan solo seis semanas después del lanzamiento. Se dice que únicamente se vendieron 500 unidades en todo el mundo.

El fracaso, por lo tanto, fue sonado. Pero, por lo visto, Facebook y HTC tenían puestos los auriculares, porque no debieron escuchar el estruendo y tres años después presentaron el HTC First, el primer -y último- ‘teléfono de Facebook’.

En realidad se trataba más de una capa de personalización sobre Android que cualquiera podía instalar, aunque la red social estuvo detrás de su desarrollo y trabajó con el fabricante para lanzar un dispositivo que la llevase de fábrica. Después de vender unas 15.000 unidades y que AT&T tuviese que rebajar a un dólar el precio de un producto que salió por 99 un mes antes, el proyecto quedó abandonado y se convirtió en una piedra más en el camino de ambas compañías. Por el momento, nadie ha vuelto a tropezar con ella.

Fuente:  EL Mundo




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